jueves, 27 de febrero de 2014

La era

Qué raro es esto, qué raro es vivir la era de la tecnología, en donde una birome o un lápiz ya no escriben en hojas de papel rayadas o lisas para hacer un texto o para escribir lo que escribo ahora. No, ya no. Ahora se vive la tecnología, la modernidad que avanza sobre nosotros haciéndose incontrolable y controladora al mismo tiempo. Nos controla, nos hace estar pendientes de ella todo el tiempo, con el celular, con la computadora. Ya no existen los relojes pulseras, ahora celulares que hasta te dicen qué temperatura hace o qué hora es en Japón o en cualquier lugar del mundo que no conociste y que no tenes que por qué saber qué hora es ahí y, sin embargo, ahí está. Ahí está todo, por las dudas.

Qué raro es también verme hablando de esto cuando nací en esta era, la era de las modernidades, la era en la que un celular vale más que la vida, la era en la que uno ahorra cada peso para conseguirse lo último, lo que está a la moda. La era en la que la vida no se disfruta, sólo se piensa para el futuro: "a mi me gustaría ser actriz, pero mejor estudio abogacía que me da plata para la familia que forme". Y claro, en esta era no está bien visto hacer lo que uno quiere hacer, lo que uno ama, ni realizar sus sueños porque si lo haces sos un loco, un utópico, un hippie, cualquier cosa menos alguien normal que estudia para poder trabajar, para después aumentar su capital para comprarse una casa, un auto, mantener a su familia, seguir trabajando para tener una buena jubilación, jubilarse, despilfarrar esa jubilación y luego morir dejándole a la prosperidad una casa, un auto y una vida que se repite. Esa es la buena vida, el sueño colectivo. Eso. Porque vivir de las pasiones no existe, si tenés un talento es mejor que lo utilices para hacer plata, sino ni pienses en querer explotarlo, noo eso nunca. Rara vez te encontrás a alguien que vive de lo que realmente ama. Rara vez te encontrás a alguien que es feliz. Rara vez porque son raros. Porque la gente rara es aquella.

Quiero ser esa gente rara, quiero ser rara y feliz. Temo por terminar siendo chupada por esto que se llama globalización. Temo porque ya estoy dentro. Creo que lo importante es usar ese temor para convertirlo en adrenalina y luchar contra la marea. Esa marea que te arrastra inevitablemente, aquella que te enceguece, que te forma a su semejanza, que te exprime y comprime, que te limita, que no te deja conocerte ni expandirte ni permitirte conocer tu verdadero don y vivir de aquello. Quiero vivir de aquello. Se que puedo hacerlo y espero que vos, que me estás leyendo, al mismo tiempo, usando como yo estos artefactos de la modernidad que parecen tan primordiales hoy en día, puedas pensar así y se te despierten las ganas de conocerte, las ganas de no limitarte y hacer lo que realmente sientas. Que el mundo no te importe, que sólo te importes. Que sólo te importen las personas, los afectos, los amigos, los amores, las pasiones. Que sólo te importen los raros. Que seas raro y buena vida!

Dos banderas, un mismo pueblo

La identidad es aquello que nos construye como personas, nos distingue y nos hace únicos ante el resto. Es una forma de vida, de vestir, de pensar, de actuar. Todos y cada uno de nosotros tenemos una identidad, la cual debe defenderse. Nosotros, los latinoamericanos, hemos sufrido diversos cambios en nuestra cultura debido a las múltiples migraciones, las cuales afectaron directamente a nuestras culturas nativas. Podemos empezar mencionando la llegada de Colón a América, que causó un cambio rotundo en nuestras civilizaciones. Se puede hablar de este hecho desde muchos puntos de vista, algunos parecidos, otros completamente distintos, pero la realidad es que ya no somos esa civilización nativa que solíamos ser. No somos los mismos quienes estamos representando una tierra que hace miles de años pertenecían a los Incas a los Mayas o a los Aztecas.

La civilización argentina es un conjunto de culturas pertenecientes a muchos lugares del mundo. Tanto es así que, con el correr de los años (y con esto me refiero a los procesos naturales de cambios en la sociedad), las culturas nativas, originarias, pertenecientes a nuestra tierra, la tierra que habitamos, se han desvalorizado pero no así perdido.

Entonces, ¿Quiénes somos? ¿Cuál es nuestra identidad? Es necesario saber y no olvidar nunca nuestro más preciado elemento que es la historia. Tener conocimiento de quiénes fueron los que habitaron la tierra en la que vivimos, en la que tenemos nuestro hogar que quizás alguna vez perteneció a una comunidad nómade… quién sabe. No debemos olvidar a los pueblos originarios, ni marginarlos, porque son ellos quienes dieron vida a las sociedades actuales y quienes son dueños de una historia que arrastra infinidad de sucesos. Algunos sabidos, otros, la mayoría, desconocidos.

A la historia la construimos todos, entonces, ¿Somos responsables de hacer que los pueblos originarios perduren en la historia? La respuesta es sí. ¿Nuestra identidad reside en ellos? En gran medida, sí. Es fundamental luchar por la identidad individual, por aquella propia de cada ser humano, así como también por la colectiva. Por ello, si olvidamos nuestras raíces estamos olvidándola y si lo hacemos nuestra gran incógnita sería ¿Quiénes somos?

Somos la tierra, somos la historia, la cultura, las creencias, la escritura, la vestimenta, la vida. Hoy somos por quienes dejaron de ser pero que están presentes, presentes en nuestra memoria y en nuestra identidad. Somos argentinos, sin divisiones, sin exclusión y unidos por una misma razón que es la de ser.


“¿Qué hubiésemos sido si nos hubieran dejado ser?” Es una pregunta que resume toda nuestra historia, y alude a la humanidad que se ha perdido pero nunca olvidado. Y la sangre como fiel testimonio de ella, es sin más el sello de nuestros pasos sobre la tierra.